En la Gran Bretaña del siglo XVIII, los verdugos podían rematar recuerdos de sus ejecuciones. Las sogas utilizadas para ahorcar, por ejemplo, se vendían en piezas de un pie. Pero el trofeo más codiciado eran las manos amputadas, por el supuesto poder sanador del “sudor de la muerte”. Robert Boyle, el eminente científico que descubrió la ley del gas ideal, recomendaba este tratamiento para quienes padecían gota.

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Fuentes

Edward Dolnick. “The Clockwork Universe”. Ed. Harper Collins, 2011. ISBN 9780062042262 Localización Localización 802