Por fortuna, chuecos no eran
Por fortuna, chuecos no eran
Por fortuna, chuecos no eran
En mayo de 1788, Ambrosio O’Higgins figuraba de comandante de La Frontera. Se encontraba abocado a recuperar la parafernalia litúrgica del obispo de Concepción, recién liberado de un breve cautiverio mapuche del que salió en una pieza gracias a la fortuna. Dos caciques apostaron la vida del purpurado en un partido de chueca y ganó el bando no homicida (en 1978 un bus de Carabineros fue despachado a ese mismo lugar a detener un match, y los jugadores, cual homenaje histórico, repelieron a chuecazos a las fuerzas del orden).
En eso, O’Higgins fue informado de que se lo nombraba gobernador de Chile. Partió a Santiago, las alhajas del purpurado pasaron al olvido, y por años se vio a caballos de mocetones de la Frontera ornados con casullas obispales.
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Fuentes
Gonzalo Peralta. “Historia nacional de la infamia”. Ed. Bobby, 2006. ISBN9568233075. Pág. 94