Dedíquese a los crucigramas más que a obervar
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En 1610, Johannes Kepler recibió un misterioso anagrama de Galileo, quien buscaba demostrar su primacía en un descubrimiento, pero sin publicarlo aún: smaismrmilmepoetaleumibunenugttauiras.
Con infinita paciencia, reordenó las letras y llegó a lo que él llamó un verso barbárico en latín: Salve umbistineum geminatum Martia proles, o “Salve, ardientes gemelos hijos de Marte”. Es decir, Marte tenía dos lunas. En realidad, el mensaje era Altissimum planetam tergeminum observavi, un modo de informar con discreción que Saturno era en realidad tres planetas, su interpretación errada del anillo. No fue sino hasta 1877 que se pudo comprobar que Marte tenía lunas. En efecto, dos.
Luego recibió otro texto enigmático en latín. Al reordenarlo llegó a varias opciones, entre ellas Macula rufa in jove est gyratur mathem, latín para “Hay una mancha roja en Júpiter que rota matemáticamente”. Galileo quería indicar que había descubierto las fases de Venus. Mucho después se descubrió que, en efecto, Júpiter cuenta una conspicua mancha roja.
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Fuentes
1-Max Caspar. "Kepler". Ed. Courier Dover Publications, 2012. ISBN: 9780486151755. Págs. 200-201 http://books.google.pl/books?id=cYQUAwAAQBAJ&pg=PA200
2-Alex Bellos. "The Grapes of Math: How Life Reflects Numbers and Numbers Reflect Life". Ed. Simon and Schuster, 2014. ISBN: 9781451640090. Pág. 90 http://books.google.pl/books?id=UIS4AwAAQBAJ&pg=PA90
3-Arthur Koestler. "The Sleepwalkers". Ed. Hutchinson, 1968. ISBN: 9780090502516. Pág. 377