“El aserrín ¿Lo quiere con sal o al natural?”
“El aserrín ¿Lo quiere con sal o al natural?”
“El aserrín ¿Lo quiere con sal o al natural?”
Cuando la expedición de Hernando de Magallanes se lanzó al extensísimo cruce del Océano Pacífico, los víveres se acabaron antes de que volvieran a tocar tierra en Guam. Antonio Pigafetta describió así como sobrevieron.
La galleta que comíamos ya no era más pan sino un polvo lleno de gusanos que habían devorado toda su sustancia. Además, tenía un olor fétido insoportable porque estaba impregnada de orina de ratas. El agua que bebíamos era pútrida y hedionda. Por no morir de hambre, nos hemos visto obligados a comer los trozos de piel de vaca que cubrían el mástil mayor a fin de que las cuerdas no se estropeen contra la madera… Muy a menudo, estábamos reducidos a alimentarnos de aserrín; y las ratas, tan repugnantes para el hombre, se habían vuelto un alimento tan buscado, que se pagaba hasta medio ducado por cada una de ellas… Y no era todo. Nuestra más grande desgracia llegó cuando nos vimos atacados por una especie de enfermedad que nos inflaba las mandíbulas hasta que nuestros dientes quedaban escondidos.
Escorbuto, por supuesto. Y el precio de las ratas tan mal no andaba, porque ellas sí que sintetizan y acumulan vitamina C.
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Fuentes
Bill Bryson. “At Home. A Short History of Private Life”. Ed. Doubleday, 2010. ISBN: 9780385533591. Localización: 2912