“Vamos a lo importante, Ferdinand. ¿Acelerará o no el transporte de salsa de tomate?”
“Vamos a lo importante, Ferdinand. ¿Acelerará o no el transporte de salsa de tomate?”
“Vamos a lo importante, Ferdinand. ¿Acelerará o no el transporte de salsa de tomate?”
Durante la segunda década del siglo XIX, Muhammad Ali, gobernante de Egipto, le exigió a su cuarto hijo, Sa’id, que bajara de peso y adquiriera un cuerpo atlético. Le ordenó ejercitar a diario durante dos horas. Debía subir al mástil de uno de los barcos anclados en el Nilo, saltar la cuerda, remar y trotar alrededor de las murallas de la ciudad. Debía además seguir una dieta magra. Para salvaguardar la moral del niño, solo podía visitar la casa del cónsul francés, Mathieu de Lesseps. El joven príncipe trabó amistad con el hijo del cónsul, Ferdinand, y asistía con gusto a su casa, donde podía devorar espaguetis a escondidas de su padre.
En 1854 Sa’id asumió como gobernante de Egipto. Tan pronto se enteró Ferdinand viajó a Alejandría y cosechó los frutos de su complicidad de infancia: Sa’id firmó la concesión que le autorizaba a construir el Canal de Suez.
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Fuentes
Pierre Crabites. "Revival: Ismail: The Maligned Khedive (1933)". Ed. Routledge, 2018. ISBN: 9781351340144. Págs. 1758-59 https://books.google.cl/books?id=8epTDwAAQBAJ&pg=PA1758