En 1831, el compositor Hector Berlioz recibió una carta en la que se le informaba que su amada concertaba matrimonio con un adinerado fabricante de pianos. Compró ropa de mujer –peluca inclusive–, robó un par de pistolas, se aperó de estricnina y láudano y viajó a Niza para asesinarlo. En atuendos femeninos, pensó, podría entrar a la casa haciéndose pasar por sirvienta. Ya en su destino, olvidó el disfraz en un carruaje y el fervor vengativo aplacó. Optó por reemplazar el crimen pasional por los servicios de una prostituta, cuyos favores disfrutó en la playa, gritando “¡Oh espléndidos ritos nupciales, merecedores de la grandeza de nuestros amores salvajes!” .

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Fuentes

Silke Meyer. "Die Ikonographie der Nation". Ed. Waxmann Verlag. ISBN: 9783830963035. Pág. 179 https://books.google.cl/books?id=cUXzjOPRFOsC&pg=PA179