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En 1942, el británico Leo Marks se postuló como criptógrafo en la Dirección de Operaciones Especiales. En la mañana le asignaron un test de admisión. Tras media hora, el Capitán Dansey fue a chequear si lo había resuelto. Aún no.
— “¿Sabes cuánto tiempo les tomó a mis chicas? Veinte minutos”, le dijo.
Un cuarto para las cinco de la tarde, Marks se presentó ante Dansey con la respuesta. Entendiendo que lo había decepcionado, agradeció el té y se disponía a marcharse cuando Dansey le dijo:
— “Deje el código aquí, por favor”
—”¿Qué código, señor?”
—”¡El código con el que lo descifraste!”
—”No me dio ningún código, señor”
La tarea no era descifrarlo, sino solo testear la velocidad de lectura usando la clave del código, un mero ejercicio de transcripción. Marks había vulnerado un sistema que creían seguro.
—”¿Quiere decir, señor, que la Dirección de Operaciones Especiales está usando este código?”
—”Estábamos”, dijo el teniente Owen, “tenemos otros ahora”.
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Fuentes
Leo Marks. "Between Silk and Cyanide: A Codemaker's War, 1941-1945". Ed. Simon and Schuster, 2001. ISBN: 9780743200899. Págs. 6-7 https://books.google.cl/books?id=I4zP8hSxIFIC&pg=PA6