Un asado con brasas que no se apagan

Un asado con brasas que no se apagan

Un asado con brasas que no se apagan

El arquero Moacir Barbosa fue sindicado como el responsable del segundo gol que le costó la derrota a Brasil ante Uruguay en la final del Mundial de 1950, el famoso maracanazo. Fue uno de los mejores porteros del mundo en las décadas de los cuarenta y cincuenta, famoso porque prefería sentir la pelota con sus manos desnudas que la amortiguación de los guantes. En ese mismo Mundial fue votado por los periodistas como el mejor golero de todos. Pero no había en el mundo montaña de laureles capaz de compensar ese único magno error. Trece años después, le regalaron los postes del arco. Barbosa invitó a sus vecinos a casa, a disfrutar de un asado expiatorio cocinado con la madera de sus penurias. Pero la culpa nunca lo dejó. Reveló después que el momento más triste de su vida no fue el derechazo de Gigghia, sino un comentario que alcanzó a oír en un mercado de Río dos décadas más tarde. “Míralo, hijo”, dijo una mujer apuntándolo, “ese es el hombre que hizo llorar a todo Brasil”. La condena transferida de padre a hijo, reflexionó Barbosa, “nunca seré libre”. Durante las clasificatorias para Estados Unidos 1994 fue a alentar a los jugadores a la concentración, pero el supersticioso Mario Lobo Zagallo le prohibió la entrada. Ricardo Teixeira, entonces presidente de la federación brasileña, le impidió comentar los partidos de la selección. Para entonces, vivía de allegado en casa de una cuñada, raspando las migajas de su jubilación.

Medio siglo después de los hechos, Barbosa emitió su declaración más famosa: “en mi país la máxima pena para un crimen son 30 años, yo llevó 50 años y aún mi pena no está saldada con el pueblo brasileño”. Murió dos semanas más tarde, jamás olvidado y jamás perdonado.

Comparte!

Vota!

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 Estrellas6 Estrellas7 Estrellas8 Estrellas9 Estrellas10 Estrellas
(2 votos, promedio: 7.50)
Loading...

Bonus Track

Aprovechando hasta sus exhalaciones mortuorias para refregar la victoria, Ghiggia, el último sobreviviente de la epopeya, dejó el mundo de los vivos exactamente para el 65° aniversario de su cataclísmico gol.

Fuentes

JOSHUA ROBINSON. "The Defeat That Brazil Can't Forget". The Wall Street Journal, 4 de noviembre de 2013 http://www.wsj.com/articles/SB10001424052702304682504579154172398189230

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *