“Señor ministro de Hacienda, se me ocurrió una idea genial para pagar la deuda externa”
“Señor ministro de Hacienda, se me ocurrió una idea genial para pagar la deuda externa”
“Señor ministro de Hacienda, se me ocurrió una idea genial para pagar la deuda externa”
Hacia el final de su periodo presidencial, Ramón Barros Luco sumaba ya 80 años. “Ya no pregunto por nadie”, se quejaba, “amigo que llamo, me contestan que murió”. Una miopía inconfesa hacía que saludara a todo el mundo con palabras vagas o nombres equivocados. Aparte de su siesta sacramental se quedaba dormido en su despacho. Firmaba correspondencia sin leerla, y se dice que ni siquiera se fijaba en qué orientación los documentos estaban escritos. Un ministro lo sorprendió abriendo cartas que luego botaba sin leer: “¿Y si traen un billete?”. A una delegación sureña que se quejaba de la falta de agua potable, alcantarillado, pavimentación, hospital y diversiones le respondió “vénganse a Santiago, donde hay de todo”. Un prefecto al que debía destituir le escribió que el “Pueblo de Iquique exige mi permanencia en el cargo”, a lo que Barros Luco respondió “No le haga caso”. A un empleado que falsificaba su firma en lugar de sancionarlo lo fichó como secretario personal. Una vez se echó al bolsillo un billete falsificado para hablar el tema con el Ministro de Hacienda, luego lo olvidó y pagó con él.
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Fuentes
Hernán Millás. "Habráse visto". Ed. Andrés Bello, 1993. ISBN: 9789561311589. Pág. 14 https://books.google.cl/books?id=CXARACYruIkC&pg=PA14